Hola, los invito a la presentación de la revista la letra desnuda de la cual soy editor
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Un poco poeta, un poco loco, un poco peridista, enamorado del amor, si te identifícas espero tus comentarios
Ángeles e infierno
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Metamorfismos
José Antonio Zavaleta
Estoy aquí, tan caduco como siempre, tan renovado de bríos como nunca, pero cerca de ti. Me he pasado la vida analizando la moral en turno, creando mis propias perspectivas éticas sin sacar conjeturas valiosas para nadie, relativas; a las cuáles sólo me sujeto yo... Hasta que descubro que no sirven si el valor se lo doy yo mismo y existe sólo para mí. No hay una prueba que indique que serán dignas de ejercerse por los demás.
Y la vida se me va. Las fantasías me invaden. El espacio entre la noche y el día se inunda de miedos y quimeras. Los ensayos al respecto me abruman, me dejan sin aliento y corro a la calle sólo para saber que vivo aún, también por eso sueño: para no teorizar más al respecto.
Y en medio de todo, tú: ni quimeras, ni miedos; pero no logro asirte. Mi razón de amar está distante aunque esté cerca de ti. Siempre me han gustado las personas que se alejan de sí mismas para ser otros, para comportarse como tú.
Hace poco te observaba, tú ni siquiera me viste: estuviste en medio la noche, parado frente al mar y te dejaste llevar, te perdiste escondido en una nube, arrasado por una ola.
Luego te miré en un mitin contra la injusticia y la masa te consumía, pero seguías brillando como la vela que siempre enciendes cuando quieres leer a solas.
A la mañana siguiente, eras una mariposa, y te vi volar en medio de la nada, no hubo flores para obtener su néctar, no hubo cielo azul y el viento te azotaba entre los edificios, sin piedad.
Una noche fuiste mi madre y no te reconocí, supe que me querías y yo a ti, pero estaba en esa etapa en la que me sentía reprimido por tus reglas y te dejé ir, sin embargo me buscaste hasta que maduré y volví a respetarte como antes, como siempre.
Fuiste mi escritor favorito, mi director de cabecera, mi actriz de moda, mi ley, mi dios, siempre cerca, siempre distante.
Te comportas como el horizonte: eres amanecer y puesta de sol, invierno y verano, cielo azul y oscuridad ¿Cómo acercarme a ti?
Ayer intenté ser tú. Terminé agotado, inconsolablemente intranquilo, fui aquel niño que lloraba abrazado a las faldas de su madre, me olvidé de mi compromiso con la humanidad y terminé siendo más absurdo que yo mismo, por eso no vuelvo a pretender ocupar el espacio de otro, nunca más desearé ser como tú.
Estoy aquí, tan caduco como siempre, tan renovado de bríos como nunca, pero cerca de ti. Me he pasado la vida analizando la moral en turno, creando mis propias perspectivas éticas sin sacar conjeturas valiosas para nadie, relativas; a las cuáles sólo me sujeto yo... Hasta que descubro que no sirven si el valor se lo doy yo mismo y existe sólo para mí. No hay una prueba que indique que serán dignas de ejercerse por los demás.
Y la vida se me va. Las fantasías me invaden. El espacio entre la noche y el día se inunda de miedos y quimeras. Los ensayos al respecto me abruman, me dejan sin aliento y corro a la calle sólo para saber que vivo aún, también por eso sueño: para no teorizar más al respecto.
Y en medio de todo, tú: ni quimeras, ni miedos; pero no logro asirte. Mi razón de amar está distante aunque esté cerca de ti. Siempre me han gustado las personas que se alejan de sí mismas para ser otros, para comportarse como tú.
Hace poco te observaba, tú ni siquiera me viste: estuviste en medio la noche, parado frente al mar y te dejaste llevar, te perdiste escondido en una nube, arrasado por una ola.
Luego te miré en un mitin contra la injusticia y la masa te consumía, pero seguías brillando como la vela que siempre enciendes cuando quieres leer a solas.
A la mañana siguiente, eras una mariposa, y te vi volar en medio de la nada, no hubo flores para obtener su néctar, no hubo cielo azul y el viento te azotaba entre los edificios, sin piedad.
Una noche fuiste mi madre y no te reconocí, supe que me querías y yo a ti, pero estaba en esa etapa en la que me sentía reprimido por tus reglas y te dejé ir, sin embargo me buscaste hasta que maduré y volví a respetarte como antes, como siempre.
Fuiste mi escritor favorito, mi director de cabecera, mi actriz de moda, mi ley, mi dios, siempre cerca, siempre distante.
Te comportas como el horizonte: eres amanecer y puesta de sol, invierno y verano, cielo azul y oscuridad ¿Cómo acercarme a ti?
Ayer intenté ser tú. Terminé agotado, inconsolablemente intranquilo, fui aquel niño que lloraba abrazado a las faldas de su madre, me olvidé de mi compromiso con la humanidad y terminé siendo más absurdo que yo mismo, por eso no vuelvo a pretender ocupar el espacio de otro, nunca más desearé ser como tú.
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